Nuestra entrada en Valdepeñas fue en este orden:
- Antonio Caminero, de batidor, en un caballo de cuello aguileño, con montera atravesada, colodrillo reverendo, casaquilla hueca…
- Los dos insignes tontos, Francisco de Santa Cruz y Casimiro del Viso, capitaneando una innumerable multitud de muchachos y muchachas pelonas.
- El coche en que iba su Excelencia, el Señorito, ayo y caballerizo, con su gentil tiro de mulas.
- El coche de cámara con familia.
- La calesa de Carnicero y Rojo.
- Las berlinas de las diputaciones de la villa, cabildo y convento.
- La de los caballeros hidalgos.
Y toda la carrera estaba acompañada de patrullas, de muchachos, hombres y mujeres, que salían corriendo de sus casas, muchas de entre sus quehaceres, con los instrumentos de sus oficios, las boquitas risueñas, los ojos relumbrantes y las manos tiesas al cielo: «¡Viva su Excelencia y el Señorito que ya está tan alto como su padre!».