A mediados del siglo XVIII y a iniciativa del Comandante General Andrés Benito y Pignatelli, Fuerteventura entra en los planes de fortificación del Archipiélago Canario, con el fin de acabar con la tradicional indefensión que padecía la isla.
Para el informe de defensa de la Isla de Fuerteventura, el ingeniero Claudio de Lisle proyectó dos torres: la Torre del Tostón y la Torre de San Buenaventura, ambas de planta circular y dos pisos. En primer nivel estaba destinado a almacén y el segundo, de cubierta abovedada, a alojamiento de hasta 12 hombres. En este nivel se encuentra el acceso a través de un puente levadizo que se alcanza con una escalera exterior. En la explanada superior se hallaba el aljibe para recoger el agua de la lluvia y cañones de hierro. La fortaleza se construyó de piedra de una cantera cercana. Claudio de Lisle falleció poco antes de que finalizara la construcción de las dos fortificaciones.
La Torre del Tostón, originariamente llamada Torre de Nuestra Señora del Pilar, se alza sobre las ruinas del Castillo de Rico Roque construido por Jean de Bethencourt para la protección de las naves fondeadas en el Puerto del Roque (actual población de El Cotillo), emplazamiento importante en su día por el comercio de la orchilla, cereales y ganado.
La Torre del Tostón fue declarada en 1949 como Monumento Histórico de Interés Cultural y actualmente alberga exposiciones de arte contemporáneo.