Me pregunto que hago aquí, en esta clara mañana de Noviembre, en este pueblito, cobijado en el valle minúsculo, alejado del mundo. Acabo de llegar, por una estrecha carretera, a través de las desoladas montañas. Unas humildes casas, unos viejos edificios de más porte, una maciza Iglesia, dominándolo todo.
Me cuentan que, Betancuria, es el municipio menos poblado de Canarias, con sus 805 habitantes, distribuidos en tres enclaves: la propia Betancuria, el Valle de Santa Inés y la Vega de Río Palmas… pero ¿de dónde ha surgido este pueblo, sin sentido?
Santa María de Betancuria fue fundada en 1404 y, ese mismo año, sobre un oratorio anterior se comienza la construcción de la Iglesia del mismo nombre, en honor de Jean de Béthencourt, el conquistador de la isla y bajo la dirección del también normando Jean le MaÇon. La que observo ahora, fue reconstruida unos años después de 1593, sobre los cimientos de la anterior, que fue arrasada en ese año, por piratas berberiscos.
En 1414, el antipapa Benedicto XIII, concede a Fray Juan de Baeza, la facultad de fundar, con limosnas, el convento de San Buenaventura. Llegó a tener 30 frailes Franciscanos Observantes y, en 1445, nombraron a San Diego de Alcalá, aún siendo lego, Guardián. Fue el único santo canonizado en esa centuria. Hoy, del convento, solo quedan unas paredes en ruinas.
El 20 de noviembre de 1414, el Papa Martino V, emite Bula de Erección de la Catedral y nuevo obispado de Betancuria, pero ante las quejas de la diócesis rubiconense de Lanzarote, nunca se llevaría a efecto esa Bula.
El municipio tiene una extensión de 103,64 kilómetros cuadrados y los espacios naturales protegidos alcanzan las 9.245,50 hectáreas.
Hasta que, en 1834, perdiera, definitivamente, la capitalidad de la isla, fue dejando siglo tras siglo, jirones de su importancia. En 1454, Enrique IV, nombra a Diego García de Herrera, primer Señor de la isla, y los Señores, establecen residencia en Betancuria, hasta que en el siglo XVIII, se marchan a vivir a Tenerife. En 1722 ya había sido nombrado, D. José Sánchez Umpiérrez, que era el primer coronel de la isla, Capitán de Guerra, y éste, convierte a La Oliva, en su sede permanente, a la vez que construye su propia Iglesia Parroquial. Las Cortes de Cádiz, en 1811 suprimen los Señoríos, y cambia totalmente, la situación administrativa y eclesial, de la isla de Fuerteventura.
¿Y qué queda hoy de Betancuria? ¿Un museo abierto de la historia, de seiscientos años? La noche va cayendo, muy lentamente, sobre las viviendas ya dormidas. Da la sensación, que los relojes sobran, en este lugar, que el tiempo se resiste a pasar. Pero ya quiero que amanezca, para encontrarme de nuevo, en las calles sosegadas, abrir senderos de asombro, en el macizo montañoso que nos envuelve, y descubrir veneros ocultos, buscando cobijo en la leve umbría de la Vega de Río Palmas…¡Betancuria! ¡Tan olvidada del mar!
Antonio Olmedo Manzanares