1972

Llegaba, por primera vez, a Fuerteventura, el once de Abril. En el aeropuerto me recogía un Volkswagen combi rojo. Tomamos una estrecha carretera y después de bordear la capital, Puerto Cabras, giramos hacia Jandía, al sur de la isla.

Pueblos humildes, circulación ausente, atravesando una desnuda planicie solo rota, en la lejanía, pur una airosa palmera solitaria.

Pasado el villorio de Tuineje, viramos definitivamente a la derecha, en dirección a Morro Jable.

Muy pronto, en Tarajalejo, se acababa el asfalto, justo donde el mar, en marea alta, osaba invadir el valle, subiendo barranco arriba.

Cruzamos el vado sin problemas y, a partir de este punto, comenzaba una pista de tierra y arena; el conductor del vehículo optaba muchas veces, por abandonar la pista y abría nuevos caminos, para evitar el violento rizado del antiguo.

Pasada la Cuesta de la Pared, un vivísimo lienzo, deslumbrante, ocre y turquesa, se abre ante nosotros hasta el lejano horizonte.

El mismo día, once de Abril, en la misma isla, sobre los llanos pelados de Tefía, ocurría una mortal tragedia, ajena a una Primavera que ya lucía las primeras margaritas y las últimas flores de las jarillas.

Se desarrollaban las maniobras militares, bautizadas como ejercicio Maxorata 72, movilizando 5.000 efectivos, de los tres ejércitos, en un simulacro de la toma de un aeródromo. De cinco aviones DC 3 se lanzaron cien paracaidistas experimentados, que fueron furiosamente zarandeados por un vendaval, que los arrastraba después varios kilómetros, por una llanura sembrada de lajas tan cortantes como los pedernales de una trilla.

Más de la mitad de los paracaidistas resultaron gravemente heridos y trece murieron. Los medios de comunicación de la época apenas se ocuparon del siniestro de Tefía. Yo pienso, que la tierra, es propiedad tanto del que muere, como del que nace en ella. ¡Que en paz descansen! En Fuerteventura.

En 1.942 llegaba el primer avión al aeródromo de Tefía. El último lo hacía en 1.952, el 17 de Mayo. Fue cerrado el aeródromo “por deficiencias importantes determinadas por los frecuentes cambios de los vientos“.

Antonio Olmedo Manzanares.

Síguenos en las redes sociales