Renacer hermosa
parto de la ceniza y de la muerte
como Fénix gloriosa.
Francisco de Quevedo.
La fabulosa ave que renacía, cada 500 años, de sus cenizas, en el santuario de Heliópolis, era considerada por los egipcios, la encarnación de RA, el León y símbolo solar. Tales, Pitágoras, Solón y Herodoto, visitaron el santuario, considerando la leyenda como una de las posibles explicaciones de la creación.
El Ave Fénix es un mito universal, que subyace en la memoria colectiva de muchos pueblos indígenas y que se recoge hasta en la mitología china.
Pero, para San Ambrosio (340-397), el Ave Fénix muere, no en el fuego, sino consumida por el Sol, (el RA egipcio), otra forma de abrasarse y resucitar en Dios.
Viva RA, el señor del país de la luz
que se alegra en el país de la luz.
(Inscripción época de Akhenatón, 1.335 años a. de C.).
Y si algo destaca en la isla de Fuerteventura, es la luz. Una luz translúcida, que envuelve todas las cosas. El paisaje, con una muy pobre paleta de colores, es azul, es inmensamente ocre, es rojo en algunas tierras de labor, es también, apenas unas pinceladas de verde, pero, tan pocos colores se plasman, bañados siempre en esa luz intensa majorera.
A esta tierra, de población escasa y abundantes ganados, llegaba Jean de Bethencourt, en 1.402, cuando sus habitantes desconocían los metales y vivían aislados en sus creencias, a pesar de ser frecuentemente visitados, al menos desde 1.339, por mercaderes de esclavos… A esta tierra, sin pre-historia conocida, llega el Guirre, hace 2.500 años, con sus primeros pobladores. El diario El País, en su edición de fecha 13-12-2010, se hace eco de un estudio efectuado por el CSIC, sobre 143 buitres egipcios ibéricos y 242 guirres de Fuerteventura: “Los alimoches, guirres o buitres egipcios, colonizan las Islas Canarias, a raíz de la llegada de los primeros pobladores y sus animales, hace unos 2.500 años”. (Otro punto a favor, de mi antigua creencia, sobre el origen egipcio, de los primeros habitantes del Archipiélago).
El Guirre es la única ave rapaz carroñera de Canarias y es una sub-especie del alimoche egipcio, aunque más grande, hasta 165 centímetros de envergadura y, derivado en sedentario, en lugar de ser ave migratoria, como el resto.
Hace unos días, al abrigo de la montaña de El Cardón, observaba un Guirre en vuelo. La proa de su cabeza y su garganta amarilla atisbaba el horizonte, mientras sus amplias alas se sostenían quietas sobre una aurora que nacía. Poseía una espectacular imagen plástica, no muy alejada de la que vieran, mil años atrás, los aborígenes maxos.
Muchas leyendas, transmitidas oralmente, durante siglos, en Fuerteventura, han creído también en el Guirre, como Ave Fénix, asegurando que, cuando siente la muerte, vuela hacia el cielo y se desvanece en el aire.
Cuando el Guirre va a morir
es una muerte que impone
pal aire empieza a subir
y dando vueltas traspone
y nunca se sabe el fin.
(Tomado de un libro de Marcial Morera).
Antonio Olmedo Manzanares.