Es casi medio día, cuando, atravesando la plaza, me dirijo al pabellón del Comisionado de las Migraciones de Aves. Ante mi presencia, se abre una puerta disimulada de cristal y accedo a una gran sala circular que muestra, en sus paredes translúcidas, un enorme mapa del planeta Tierra.
Una figura andrógina, de espaldas, observa y parece dirigir, solo con el pensamiento, la rutinaria salida de Fuerteventura, de las pardelas cenicientas, hacia sus lugares de invernación. Las aves, al disminuir las horas solares, sienten el estímulo fisiológico para migrar a zonas más cálidas, con días más largos, e invertirán el camino, a partir de Febrero o Marzo, para procrear, de nuevo, en Fuerteventura.
Las más de 5.000 parejas se lanzan, espaciadas, en grandes bandadas, en dirección Sur, sobre el Atlántico, maniobrando con sus alas, para subir o bajar, apenas sin esfuerzo, llevadas por los alísios y las corrientes de aire formadas por las propias olas.
Son más de 10.000 kilómetros de travesía. Pronto se alejan de tierra y, cuando llega la noche, ya duermen en alta mar, posadas en el agua como un corcho, debido a la gran cantidad de grasa almacenada y la retención de aire, en el eje central o raquis de sus plumas, en los pulmones y en el interior de los huesos. Además, el mar es su hábitat natural, son aves pelágicas y solo volverán a tierra, (Fuerteventura), para criar.
A las preguntas que, yo mismo, me estoy formulando interiormente, la figura me explica:
– Pensáis que afrontan un viaje muy largo, cuando viajar, desplazarse, es su vida. En Mayo y Junio, con la puesta de un solo huevo, lo incubará la pareja, hasta los 24 días que eclosiona éste y, desde ese momento, hasta Septiembre u Octubre, los padres alimentarán al único polluelo, con el pescado que capturan en el mar, su espacio habitual, recorriendo cientos y hasta mil kilómetros, en cada viaje, que dura días y hasta semanas, predigiriendo el alimento pescado, convirtiéndolo en una pasta aceitosa, extraordinariamente nutritiva, con la que cebarán al pollo, solo mientras tanto, en la hura. Cualquier pardela cenicienta adulta recorrerá en un año, más de 40.000 kilómetros y, en sus treinta años de vida, más de un millón.
– ¿Que cómo se orientan? Se valen del Sol, de la Luna, de las estrellas, del campo magnético de la Tierra, del efecto Coriolis… Vosotros, los hombres, habéis perdido con la civilización, sentidos innatos y muy aguzados, que poseen todos los animales.
En la pantalla, sobre un oleaje espeso, observo las pardelas volando cercanas a un pesquero, en plena faena de pesca. Las aves se zambullen en el agua, como una flecha, emergiendo con un pez, un pulpo o un pequeño calamar. Una bruma de leche sucia sube de la mar sombría y se confunde con la lluvia, que cae sin descanso. Las Pardelas Cenicientas bajarán hasta Namibia, Sudáfrica y cruzarán hasta Sudamérica, soportando tormentas, rachas fuertes de viento y, también días, con un sol poderoso gobernando en lo alto y noches, después, en calma, en un ir y venir, de escenarios cambiantes, aprovechando túneles de vientos favorables, sin importarles que, con ello, se alargue la travesía.
De mi largo sueño me despierta la luz del día. Voy a la biblioteca y descubro que, la teoría del magnetismo terrestre, como posible explicación de la orientación de las pardelas, no se sostiene, después de haberlo comprobado los investigadores, colocando, en las aves, unos imanes, que anulaban esa posible influencia.
Ya se marcharon, de Fuerteventura, a mediados de Noviembre, los últimos pollos. Gordos, extraordinariamente cebados para soportar esta primera travesía, algunos tienen que ser ayudados, por gentes del Cabildo, pues desorientados, con la contaminación lumínica, se dirigían a tierra y no al mar. Los que marchan, se han librado de los depredadores que los acechaban, gatos, ratas, hombres… “Se cogía la pardela y se colgaba en un sitio. Después se ponía un botecito debajo y la pardela dia soltando aseite…” ”Me partió el hueso y con aceite pardela me lo curé”. (Libro de Marcial Morera). Los pardeleros acechan las huras para robar los pollos lustrosos, aunque esté prohibido. Pero estos pollos supervivientes, no volverán a Fuerteventura, hasta lograr su madurez sexual, a los siete u ocho años.
Pero sí lo harán sus padres. Arribarán de Febrero a Marzo y, emplearán dos meses, para inspeccionar grietas y recovecos de la costa para establecer, en el lugar más adecuado y seguro, el nido (la hura), construido con algas y ramas. Ya la Primavera avanzada y durante el largo verano, la hura será siempre el lugar de retorno, marcado con los gritos y gruñidos de las aves que, a media noche, regresan a cebar el pollo. Hace cincuenta años, con menos luz eléctrica y población más escasa, desde la intimidad cálida de las humildes viviendas majoreras, se escuchaba, a veces incluso con temor, el sonido que emitían las pardelas, en las noches negras sin luna, guaña- guaña-we… cuando regresaba a la hura , siempre repetido, a veces confundido con el llanto de un bebé o los gemidos secos de una gata en celo. Según una tradición, las pardelas son capaces de tirarte piedras. Los padres decían a los niños, asustados por el chillido de las aves invisibles, que les pidieran cosas que se las traerían.
Calomatrix diomedea. Diómedes el guerrero que participó en la guerra de Troya, tenía unos compañeros que se transformaban en aves. Ulises, en la Odisea, tapa los oídos de sus marineros, con cera, y los ata al mástil, para que no caigan en el hechizo de los cantos de sirenas… ¿Pardelas?
SEO/BirdLife ha nombrado, a la Pardela Cenicienta, Ave del año 2013. Un buen motivo, para acercarnos al fascinante mundo de este ser extraordinario, que acompaña a tantos pescadores en el frenesí de la pesca, pero que también alumbra y descubre los bancos de esa misma pesca.
Antonio Olmedo Manzanares.