Tarabilla canaria (Saxicola dacotiae)

“Entonces Yahvé-Dios formó todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los condujo al hombre para ver que nombre les daba y el hombre impuso nombre a las aves del cielo”. (Génesis).

– Y a mí, ¿cómo me llamó?. ¿Tarabilla común?. ¿Tarabilla canaria?. Si solo soy majorera. Especie endémica, únicamente de esta isla, en todo el mundo. Yo, que ni sé adivinar la muerte, ni calibrar la vida, simplemente la gozo. Y, ni siquiera abarco toda Fuerteventura, me limito a un espacio dentro de ella, apenas un kilómetro de radio, me sirve, cuando encuentro pareja y, dentro de esta pequeña superficie, solo un mínimo espacio de 700 metros cuadrados, como microhábitat donde amo y me aman, donde construyo nuestro nido y concibo y alimento a mis polluelos. Añado, a mis escasos once centímetros, los propios de un cardón o una aulaga, para posar y vigilar a mis presas.

¿Sabéis lo que es despertarme, con la luz limpia del día y como ésta se va poblando, poco a poco, de microscópica vida, que yo distingo, valoro y, a veces, limpio, con mi pico?. Volando hacia mi presa indefensa, mientras cae la tarde, vencida en una cadencia de luces y sombras, solo rotas por el, apenas perceptible, cambio del tiempo, ora seco, ora menos seco, hasta caer en la bendición de una corta lluvia otoñal, que marcará el comienzo de nuestra propia reproducción.

¡Hombre! Tú quizás no sepas vivir, pero se te da bien denominar, contar y medir. ¡Dime que te parezco!

– Tarabilla majorera, la verdad, no eres tan insignificante. Tu vida es corta, apenas cinco años, pero éstos son suficientes, para renovar, hasta cinco veces, tus plumas y reproducirte hasta cuatro, con puestas, de tres o cuatro huevos, cada una. A pesar de asentarte en tan pequeño territorio, (tu casa), eres capaz de defender ésta, con éxito, frente a otras especies insectívoras.

Te veo a tí, tarabilla macho, más bonita, con los colores más vivos, quizás necesarios para conquistar a tu hembra. Te veo a tí, hembra, diligente, fabricando sóla tu nido y contribuyendo, con tu pareja, en la defensa del territorio. Os veo, con las largas uñas de las patitas, posadas sobre un cáctus: vuestro cuerpecillo erguido, tonos de blanco, naranja. gris, subiendo hasta la fina bufanda blanca del cuello. Y, sobre éste, la negra cabeza, con los dos botones negros de los ojos y, el más negro aún, pico, apuntando, arrogante, al frente.

Pero, os advierto, ¡Cuidado con los gatos asilvestrados! ¡Cuidado con las cabras! y, sobre todo, ¡cuidado con el hombre! Tarabillas, sois sedentarias, no os movéis nunca de vuestro territorio, sin embargo, el hombre, no se conforma con el suyo y aspira a invadirlo todo.

Desde mi efímera vida, tan gris, os saludo, admirando vuestra corta vida, tan jubilosa.

Pájaro que escribe sin memoria…

Vicente Aleixandre.

Antonio  Olmedo Manzanares.

Síguenos en las redes sociales