Largo viaje

“Soy como el mar: olas sin fin
Desmelenándose en arena”.

Josefina Pla

El día 24 de Agosto de 1996, en una librería frente al Museo Pompidou, en París, adquirí una obra, en francés, de gran formato, 32×26, del escritor Pietro Laureano, editada por Larousse: “SAHARA, JARDÍN MÉCONNU”. En sus páginas me encontraría con sorpresas muy interesantes:


“A partir del oasis de Amón y en dirección Oeste se suceden los túmulos y los lugares habitados (desde muy antiguo), a diez días de marcha uno de los otros. A razón de 40 kms. por día, cada etapa dista 400 kms. de la siguiente”.

Me imagino a mercaderes egipcios, atravesando Libia que, para los antiguos, cubría todo el África septentrional, desde Egipto al Atlántico, siguiendo el camino rutinario del sol.

“La población de las Canarias, parece el único ejemplo, en el que se han conservado señales de la propagación, por el mar, de grupos bereberes. Situadas en el Atlántico, a corta distancia de las costas saharianas, estas islas estaban habitadas, en el momento de la conquista española, por una población misteriosa, los Guanches, que fue completamente exterminada por los conquistadores. Los Guanches practicaban la momificación de los cuerpos -dans des peaux et des oudres- según las mismas sepulturas -amenages- en cavernas escondidas que recuerdan las prácticas egipcias. Su lengua parece emparentada con las más antiguas de las lenguas líbico-bereberes”.

“Los estudios que fueron encontrados en las Canarias, permiten clarificar numerosas cuestiones, a las que no se les ha encontrado respuesta, entre los pueblos del Sáhara, estableciendo lazos entre los libios-bereberes, los Guanches y los Egipcios, y de establecer nuevas hipótesis sobre el mundo neolítico africano”.

“La divinidad principal para los Guanches, Atamán (el que hace brotar el agua), es para los Egipcios Atmán-Amón, es le belier (el carnero), dios del agua y el fuego”.

Esta larga entrada no lo es más que la penosa travesía que inauguraban, el mismo año que compraba el libro, las primeras pateras de africanos, salvando las, apenas sesenta millas, que separan África de las costas majoreras.

Ya estamos en Fuerteventura, la isla más antigua del archipiélago. En próximas entregas quincenales, intentaremos bucear en su alma de océano y arena.

Antonio Olmedo Manzanares.

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