No os toméis a mal que, en mi primera aproximación a la isla de Fuerteventura, no me fije en sus habitantes y elija a la cabra majorera, para que ésta no se enfade, por ser preterida.
En 2001 se censaron 97.969 cabezas de ganado caprino, más que humanos, 59 cabras por kilómetro cuadrado pero es que ya, en el siglo XVII, historiadores franceses aseguraban que había, en Fuerteventura, sesenta mil cabras, más que en todas las demás islas. Plinio conocía a la isla como Capraria, por la abundancia del ganado caprino.
Cuando yo llegué a Fuerteventura, en 1972, las recuerdo bajando, por diferentes puntos, hacia el pequeño poblado de Morro Jable, dirigiéndose cada una a su casa y, una vez aliviadas de la leche, volver, barranco del Ciervo arriba, hacia el monte inhóspito.
No me atrevo a afirmar que este bello animal sea culto, pero yo he visto a las cabras, devorar con fruición, periódicos alemanes, españoles o ingleses y algo les quedará de ese acopio de información tan diversa. Es, sin duda, un ejemplar orgulloso, que se sabe único, que te obligará a parar el coche, sin aligerar el paso. Otra cosa son los baifos, que quizás corran por entrenar sus jóvenes patas.
Cuando en 1978 inaugurábamos el Hotel Los Gorriones, en medio de la nada pero asomados a una playa de ensueño, las cabras nos visitaron antes que los turistas. Disfrutaban hollando los jardines acabados de plantar, saboreando los tiernos brotes de los tallos, se asomaban a la piscina, llegando, a veces, hasta el tercer piso, hasta la misma puerta del despacho de la Gobernanta, quizás para pedirle trabajo. La batalla contra las cabras, entablada por Hotasa-Rumasa y el Ayuntamiento de Pájara, duró varios años y se saldó con varios cadáveres caprinos en las cocinas del Hotel.
La cabra puede ser y llamarse Endina, Melá, Loba, Sirga negra, Morisca blanca, Rosilla, Albarda y así hasta 29 acepciones, en razón del color de su corto pelaje y, cada una, tiene conciencia de su propia entidad y bastará una simple piedra elevada, para subirse a ella, con sus ubres espléndidas, mirándote largo tiempo, en una auténtica pose fotográfica.
¡Ay la cabra majorera! Un macho por cada cincuenta hembras.
En la zona de Jandía, desde Morro Jable al Puertito o atravesando la crestería montañosa hasta las Playas de Barlovento, la cabra por antonomasia es salvaje o de costa y se la captura por medio de grandes batidas, por zonas “apañadas”, hacia las gambuesas, para soltarlas posteriormente, una vez marcadas. Los baifos o crías buscando a sus madres las localizan y delatan, pasando a ser marcadas también, con cortes en belfos u orejas, según la propiedad de cada cual: Unos marcarán con un bujero, otros chichote o garabato o teberite, que será el sello de Registro de la Propiedad que se trasmitirá de padres a hijos.
La cabra majorera frustrada sobre el césped artificial del campo de fútbol Benito Alonso de la Pared.
La cabra majorera alucinando sobre el inmenso tapete verde de un campo de golf.
La cabra majorera que se comienzan a exportar a tierras áridas, por su fortaleza y su frugal consumo alimentario, que transformará en una ubérrima producción de leche y un queso exquisito.
La cabra majorera….
Antonio Olmedo Manzanares.
En Morro Jable, a 12 de Abril de 2008.