Siguiendo una señal que me anuncia Betancuria, subo, por la empinada carretera, hacia la histórica Villa. A la izquierda, bajos rectángulos de obra, me ocultan y moderan el abismo. A la derecha, la montaña descarnada, se despeña en secas torrenteras de siglos.
Avisto, al fin, al fondo, la Vega de Río Palma. Sobre la tierra roja, suben esbeltos los talles de las palmeras, coronados con sus orgullosos penachos de verdes ramas.
En 1.403, cerrada ya la noche, llegaba a este mismo lugar, Gadifer de la Salle, con 35 hombres, fuertemente armados. La oscuridad y el sigilo no evitó encuentros con los Maxoreros, que los empujaron a recogerse, al amanecer, en su Fragata para, inmediatamente, hacerse a la mar, “llevando por despojos cuatro mujeres y muchas heridas considerables”.
Un año después, con licencia del rey castellano, Enrique III, dotados con más medios, y con ayuda de arqueros nativos de Lanzarote, Juan de Bethencourt fundaría la villa, poniéndole el nombre de Santa María de Betancuria.
En Enero de 1405, se entregaban a los conquistadores españoles, los reyes Maxos, Guize y Ayose, que fueron bautizados como Luís y Alfonso.
Cuando llego a Betancuria, duermen las pocas viviendas bajo el cobijo de la Iglesia, mientras algunos faroles, derraman una luz ámbar, que no oculta la noche estrellada.
Votaron, en las últimas elecciones, 447 vecinos. Puede ser que tenga el municipio, que no el pueblo, 738 habitantes en 103,64 kilómetros cuadrados.
En la oscuridad, se adivinan las ruinas del que fuera primer convento de las Islas Canarias.
Fue facultad Pontificia el planificar y ordenar su construcción al Padre Fray Juan de Baeza, desde el año 1414. Se dedicó a San Buenaventura, y llegó a tener 30 frailes, que tuvieron la honra de tener como Prelado, aunque Lego, a San Diego de Alcalá. Los franciscanos abandonaron el lugar en 1837, tres años después de que Betancuria dejara de ser la capital de toda la isla de Fuerteventura.
Por el Papa Martino V se emitió Bula de Erección de Catedral y nuevo Obispado:
– “Así mismo, determinamos, por Autoridad Apostólica, que el Obispo que fuere de Fuerteventura, lo sea también de la isla de Gran Canaria, Infierno, Gomera, Hierro y Palma…” Dada en Roma, en el Palacio de los Apóstoles, a 20 de Noviembre, en el año séptimo de nuestro Pontificado, que es 1424…
Nunca se llevó a efecto este mandamiento papal.
La paz y el sosiego te invaden en este lugar recóndito, hundido en las entrañas del macizo de Betancuria, que es la formación geológica más antigua de la isla.
Duerme Betancuria en pleno siglo XXI. He buscado su nombre, en el centenar de volúmenes que tengo en mi casa, como enciclopedia universal histórica, y no lo he encontrado.
¡Pobre Betancuria tan olvidada del mar!
Por la mañana, en un perezoso y tardío amanecer, desvestido el sol de sus púrpuras, apunta primero hacia la torre de la Iglesia, para bañar, enseguida, con una luz vivísima, las humildes casas, que despiertan alegres, como hace quinientos años, entre mimos, higueras y cactus.
¡Qué bella es Betancuria!
Antonio Olmedo Manzanares.