De nieves y marinas

Por tus barrancos hondos
y por tus cumbres agrias,
mil Guadarramas y mil soles vienen
cabalgando contigo, a tus entrañas.

Antonio Machado.

Subimos, a través de fresnedas, robles y abedules, hasta la Estación-refugio de Val-Cotos. Bajan, poco después, a través de la helada ventisca, rodando por la nieve, mis tres hijos adolescentes…

El barranco del Salmo muere en una playa de ensueño. Se asoma el sol, que aquí no nace humilde, sino poderoso, recién lavado de mar, y riela, levemente, primero sobre el oleaje inquieto, para elevarse después, majestuoso, inundando la tierra de luz. El caserío de Villa Mañana, aún dormido, se despereza recostado sobre una loma.

La playa tiene más de un kilómetro de fondo y, cuando sube la marea, se inunda toda, dejando solo una fina línea de oro, que recorre ahora una espléndida mujer, de mediana edad, desnuda. Dorada su piel, sus senos dorados, sin el blanco contraste que le habría dejado un bikini inoportuno.

Un grupo de chorlitejos patinegros recorre presuroso la marisma. El chorlitejo no goza de la extraordinaria belleza de este día. El chorlitejo ignora la suave caricia de unas olas que buscan y envuelven sus largas patitas. Incluso, el diminuto pajarico, desprecia la juguetona persecución de los niños. Su único afán es capturar con su pico, de la húmeda arena, los insignificantes invertebrados que le sirven de sustento.

Nadamos desnudos, en las aguas remansadas. A estas horas altas del mediodía, el océano se muestra muy azul, inmenso, al colocarse también, casi a nuestras espaldas, llenando la bahía de Playa Barca. Cuando vacía la marea, aprovechan mis niños, para abandonarse en los ríos que se van formando, impetuosos torrentes de agua salada, succionados con fuerza por un mar, que saben, los acogerá, blandamente, en un lecho de arena cálida.

Ya de regreso veo, desde mi ventana, en esta larga tarde de Junio, vísperas de San Juan, a través de la perfecta simetría abierta, de la araucaria de nuestro jardín, como cae el tobogán de nuestra propia vida, cada vez a mayor velocidad, desaguando en un mar de eternidad que, en la Playa de Villa Mañana, siempre apuntará al amanecer.

El mar…..
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.

Lorca, 1919.

Antonio Olmedo Manzanares.

Síguenos en las redes sociales